miércoles, 20 de enero de 2016

De la visión holística al empirismo materialista

La investigación científica se basa en una metodología y ésta, a su vez, en una concepción filosófica. Para entender cómo se hace ciencia hoy es necesario retroceder un par de siglos, para conocer la forma en que se inició la ciencia moderna et cómo evolucionó la concepción fundamental de sus actores. Trataré por lo tanto de despejar las diferentes maneras de abordar el problema desde el punto de vista filosófico, el que – lo deseen o no – influye en la forma en que los científicos abordan la investigación sobre la conciencia.

El Renacimiento hizo que el saber se independizara del control de la Iglesia, considerando a la experiencia como fuente de conocimiento y dándole un valor social que no había tenido hasta entonces, abandonando el criterio de autoridad que regía hasta entonces. Dos corrientes de pensamiento se abrieron camino, basándose de diferentes modos, en la valoración de la experiencia: el empirismo y el racionalismo.

1. Empirismo y racionalismo
El empirismo es una teoría filosófica que enfatiza este papel de la experiencia, ligada a la percepción sensorial, en la formación del conocimiento. Sus principales representantes son ingleses: Francis Bacon, Hobbes, Locke y Hume. Suele considerarse en contraposición al racionalismo, formulado por René Descartes (1506-1650), quién sostuvo que solo por medio de la razón (experiencia mental) se podían descubrir ciertas verdades universales, a partir de las cuales es posible deducir el resto de los contenidos de la filosofía y de las ciencias. “Es racionalista todo aquél que cree que el fundamento, el principio supremo, es la razón” (Wikipedia).

Las dos son formas diferentes de entender el acceso al conocimiento. Para el racionalismo cartesiano, el entendimiento proviene de ideas innatas que se han de relacionar con las ideas adquiridas a través de la experiencia mediante el análisis. Este tipo de metodología ha dado grandes frutos, especialmente mediante el uso de la matemática para el descubrimiento y descripción de las leyes de la naturaleza y sus aplicaciones (como los trabajos de Pascal, Leibniz y Newton). Así, el método cartesiano garantizaría el descubrimiento de la verdad por la sucesión de evidencias con certeza que se establecen siguiendo sus reglas racionales.

Para el empirista John Locke (1632-1704), al contrario,  la mente humana es una “Tabula rasa” u hoja en blanco, en la cual se escriben las experiencias derivadas de impresiones sensoriales en el curso de la vida personal. Así, el único conocimiento que los humanos pueden poseer es el conocimiento basado en dicha experiencia. A partir de las sensaciones, la mente genera ideas simples. Mediante la reflexión, la mente genera luego las ideas complejas, comparando, combinando o abstrayendo las ideas simples. El problema en esta perspectiva, es que el conocimiento de la experiencia no nos permite salir del subjetivismo, algo que es incompatible con la ciencia. 

El “conocimiento verdadero” sería posible porque el objeto de experiencia se considera dado como realidad objetiva. La experiencia es lo que garantiza la existencia de lo percibido. Ser objetivo, por lo tanto, nos obligaría a tomar otro enfoque. Pero el racionalismo, al pretender que todo descansa en ideas innatas (“impresas por Dios en el ser”) no presenta una justificación más convincente que el empirismo. Ha aportado, sin embargo, un método con certeros y amplios frutos: el análisis y la deducción aplicados a la verificación de hipótesis, por medio de la razón y la experimentación. Pero no ha podido explicar cómo el cálculo puede llegar a predecir los hechos de la experiencia.

2. Idealismo
Immanuel Kant (1724–1804) intentó superar la discrepancia proponiendo que la ciencia solo es posible en referencia a lo fenoménico, es decir, al campo de la experiencia posible, mientras la realidad “en sí” sólo puede ser pensada, no conocida. La evidencia es un producto de la conciencia respecto a su percepción o idea o concepto y desconectada de lo real. Así, Kant fue uno de los últimos filósofos en asumir una visión integral de las diferentes modalidades del conocer, que proyectó en sus tres más famosas obras: “La crítica de la razón pura” (ciencia objetiva), “La crítica de la razón práctica” (la moral) y “La crítica del juicio estético” (juicio estético y arte).

Kant fue el precursor del idealismo, que consideró que la historia cósmica y humana consistía en el desarrollo y la evolución del Espíritu. Johann Gottlieb Fichte (1762-1814), asumiendo que el “Yo absoluto” (que es Espíritu) es el que da origen a todo el mundo manifiesto, concluyó que la tarea de la filosofía consistía en reconstruir lo que él denominó la “historia pragmática de la conciencia”. (Fue así uno de los primeros en introducir la noción de evolución.) Posteriormente Friedrich von Schelling (1775–1854) y Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831) desarrollaron y precisaron esta filosofía. Pero olvidaron una cosa: que “el Espíritu transracional sólo puede verse con el ojo de la contemplación” (Wilber, p.138). Solo utilizaban sus recursos sensoriales y su razón, olvidando una dimensión clave del interior humano y del universo: la trascendencia, el Espíritu.
“Al carecer de método para generar evidencias experimentales reales y directas –a falta de métodos para provocar de manera consistente la experiencia espiritual–, el idealismo terminó degenerando en una mera especulación abstracta ajena a toda posible confirmación o refutación.” (Wilber, Ciencia y religión, p.143)

Esta visión idealista se fue desvaneciendo progresivamente, desapareciendo al cabo de un siglo. 

3. Positivismo y fenomenología
En respuesta a las dificultades que presentan el empirismo y el racionalismo surgió el positivismo, fundado en Francia por Auguste Comte (1798–1857), para luego expandirse a toda Europa. Se caracterizó por el rechazo total de la metafísica, que había influido en las concepciones anteriores, especulación a la que consideró como el principal enemigo de la ciencia y de la filosofía. Así, los positivistas preconizaron la aplicación de un método inspirado en el modo de operar de la ciencia física, “que triunfaba claramente en el dominio de la naturaleza y en las aplicaciones técnicas que de ella se derivaban. La ventaja fundamental de este método es su formalización y la posibilidad de expresar sus leyes en lenguaje matemático, que hace posible la construcción de modelos teóricos a partir del rigor del cálculo” (Wikipedia). Para el positivismo, la ciencia parte de la observación de los fenómenos y, a partir de ellos, intenta explicarlos elaborando teorías que reúnen leyes generales. Rechaza toda búsqueda de propiedades ocultas: solo admite “lo real” observado. Para Comte, incluso los problemas morales y sociales podían ser abordados de esta forma (Ahí nació la sociología).

Pero frente a este modo de abordar y pretender ampliar el conocimiento surgió una opción diferente, inspirada en la herencia kantiana: la fenomenología, que estudia y  describe las cosas tal y como se manifiestan y se muestran en la conciencia. Pretendía penetrar en la esencia de los fenómenos para encontrar el fundamento de la realidad. Frantz Brentano (1838-1917), Edmund Husserl (1884-1886) y Martin Heidegger (1889-1976) son sus principales exponentes. “Husserl pretendió encontrar una «evidencia intuitiva» o intuición de esencia a través de lo fenomenológico que viene a ser una especie de intuición trascendental, en sentido kantiano, que restaura, de alguna forma, la intuición clásica de la objetividad del conocimiento” (Wikipedia). Vuelve sin embargo así a introducir concepciones filosóficas de tipo idealista que, en último término, solo serían hipótesis difíciles de contrastar, por lo que la ciencia moderna ha preferido definitivamente el positivismo, que ofrece mayores garantías. Pero quizás sea una concepción demasiado estrecha de la ciencia, porque es esencialmente materialista y el conocimiento engloba sin duda dimensiones que escapan a la metodología positivista.

La ciencia moderna (positivista) nos puede decir mucho sobre el reino sensorial, un poco sobre el reino mental y nada sobre el reino contemplativo. Pero ha pretendido erróneamente que solo lo medible puede ser objeto de conocimiento científico. Muchos científicos que pretenden estudiar la conciencia afirman de partida que no existe nada fuera del mundo material, lo cual es un prejuicio ajeno al espíritu científico.
“Según la visión chata del mundo, ninguna de las dimensiones y modalidades interiores del conocimiento tienen la menor realidad sustancial porque lo único real son los «ellos» objetivos. La miseria de la modernidad, en consecuencia, consistió en la reducción de todas las dimensiones interiores (del «yo» y del «nosotros») a superficies exteriores (a «ellos» objetivos), lo cual, obviamente, destruye por completo toda dimensión interior. Este colapso del Kosmos pone fin a toda aprehensión interior, y poco importa que esa visión interior sea la poesía o Dios, porque todos ellos carecen de realidad sustancial irreductible.” (K.Wilber, Ciencia y religión, p.81)
“La desaparición de la mente, del alma y del Espíritu dejaron, tras de sí, una incesante pesadilla de superficies monocromas, un universo descualificado caracterizado por el holismo chato, un gran –y, en última instancia, absurdo– sistema de «ellos»”. (ibidem, p.229)